7 de septiembre de 2017

La pasión de competir ('agón')

FORMABA parte del sistema de valores de los antiguos griegos competir en todos los ámbitos de la vida humana. Competir en los juegos atléticos, litigar en los tribunales de justicia, concursar en los certámenes poéticos. Y por supuesto, someter al enemigo en la batalla con la victoria, la máxima expresión de tal afán por competir. 

En torno a esta idea, CaixaForum ha articulado una exposición con 170 piezas de arte griego procedentes del Museo Británico, titulada Agón! La competición en la Antigua Grecia (Madrid, 14 julio - 15 octubre 2017).

Agon –habría que empezar por aquí– es palabra griega que significa 'lucha', 'competición'. El diccionario de Liddle-Scott extrae usos del término en los contextos de la batalla, el concurso y la competición. 

En siete u ocho espacios, vasos de cerámica, relieves, estatuas y estatuillas, fíbulas, monedas y otras obras de arte griego ilustran diversos aspectos del tema de la competición, que resumimos aquí libremente, para que nos pueda servir ahora y para siempre de recordatorio. Hay un catálogo (espléndido pero caro, como suelen serlo los catálogos de este tipo de exposiciones) y una nota de prensa sobre este evento cultural; nos ayudamos de esta última, pero sobre todo de los propios paneles informativos, de indudable valor, que acompañan a las obras exhibidas.

La primera sala nos presenta la personificación de la victoria, Niké, relacionada habitualmente con Atenea, la diosa de la sabiduría, pero también de la guerra estratégica. La Victoria vuela con sus amplias alas y las ropas agitadas por el viento hacia los atletas victoriosos, y a veces se sienta al lado de Zeus para decidir el vencedor en la guerra o en el deporte. La Acrópolis de Atenas alberga, como es sabido, el templo más famoso dedicado a Atenea Niké.

El espacio dedicado a los juegos en la infancia, con sus normas y rigores, la mayoría de ellos sometidos al principio de ganar o perder, muestra niños que se pelean jugando a las tabas y compitiendo con la pelota. Las tabas o astrágalos, primero de hueso, después de distintos materiales, eran el juego más popular en aquel tiempo, pues además de para jugar servían también para adivinar el futuro. Juegos con dados, canicas y pelota. El juego era en la antigua Grecia el primer paso para llegar a ser buen atleta y luego buen soldado.


Los antiguos griegos eran unos auténticos fanáticos del deporte. Hay gran cantidad de vasos de cerámica (ánforas, hidrias, cílicas, crateras) que tienen pintados, en color negro o rojo, lanzadores de disco y de jabalina, boxeadores, velocistas, corredores de fondo, luchadores de pancracio, carreras de caballos y de cuadrigas. El momento culminante de la vida deportiva de los griegos era la celebración de los juegos olímpicos, de los que ya hemos hablado en otra ocasión.

Se conservan, y en esta exposición hay ejemplos de ello, toda una serie de objetos relacionados con el deporte, desde frascos de aceite de oliva con que se ungían los atletas, antes y después de la competición, hasta estrígilos, nombre que recibían los «rascadores» del sudor, la arena o el aceite que se impregnaban en los cuerpos de los atletas.

Los griegos competían en certámenes de teatro y poesía en el ámbito de festivales religiosos consagrados al dios Dioniso. Ganar en un concurso teatral proporcionaba la gloria a los dramaturgos, algo aún más deseable que la corona simbólica (fuera de laurel, de hiedra o de oro) y los premios en metálico que los vencedores recibían. Gracias a estos concursos han llegado hasta nosotros los nombres de los trágicos Esquilo, Sófocles Eurípides, y de los comediógrafos Aristófanes y Menandro, y una mínima parte, desgraciadamente, de las obras que escribieron. Sófocles, al parecer, obtuvo dieciocho victorias, Esquilo trece, Eurípides cinco. Perduran impresionantes teatros en todo el mundo griego (Epidauro; Atenas; Siracusa; Pérgamo). No hace falta recordar que el teatro es una invención de los griegos.

A los eventos dramáticos hay que añadir los certámenes de música (instrumentos típicos griegos fueron la cítara y el aulós), de danza y poesía, todos ellos elementos esenciales en la educación de los ciudadanos. Marsias, en la mitología, desafió al dios de la música Apolo a tocar, él el aulós, el dios la cítara, y ya sabemos adónde le llevó su pecado de soberbia.

La guerra, en la que los griegos estaban siempre inmersos contra los persas o contra sí mismos, se plasma en todo tipo de arte. Los artistas se inspiran en guerras legendarias, como la guerra de Troya, y en reales, como las guerras médicas. Podemos ver aquí tanto los propios objetos bélicos, o sea, el equipamiento de los hoplitas (ciudadanos-soldado cuyo nombre deriva de hoplon 'arma'), cascos, corazas, grebas, como observar en cerámica diversas escenas mitológicas del ciclo troyano.


Los mitos están impregnados de luchas y rivalidades. Dos héroes destacaban entre los demás: Aquiles y Heracles (Hércules para los romanos), ambos semidioses por tener un progenitor inmortal y el otro mortal. ¿Hubo héroe más competitivo que Heracles, que tuvo que completar doce trabajos inauditos, con éxito y contra todo pronóstico? Y en cuanto a Aquiles, sus hazañas y desventuras están sobre todo ligadas a la guerra de Troya, aunque también otros episodios de su vida han captado la imaginación de los artistas.   


Los griegos rivalizaban en la vida cotidiana, en las asambleas públicas, los foros judiciales, las actividades sociales, como los symposia, banquetes de beber y filosofar reservados a los hombres, en los que era importante la influencia y el estatus social; en los adornos personales con el uso de collares, anillos y fíbulas, y sin duda en los ritos funerarios. 

Los funerales ciertamente eran la ocasión perfecta para el derroche de comida y bebida. Los cementerios estaban situados en caminos principales bien a la vista de todo el mundo. Los ricos y gobernantes se hacían erigir monumentos fastuosos y  desproporcionados, como aquel rey Mausolo (s. -IV), que se hizo construir una gigantesca tumba de 45 metros en Halicarnaso que dominara la ciudad y fuera visible desde el mar, y la decoró con estatuas y frisos esculpidos de los mejores mármoles posibles. Fue considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, y hoy día la palabra 'mausoleo' procede de él.

Si alguien estaba pensando acercarse al British a empaparse de cultura clásica, ahora puede hacerlo mucho más cerca con esta exposición que, tomando como pretexto un concepto básico, la competición, abarca de hecho toda la cultura griega antigua.

14 de marzo de 2017

Ante la muerte del padre

EL libro El amor te hará inmortal (2016) de Ramon Gener, conocido presentador del programa This is Opera (La 2), surge a raíz de las dos muertes de su padre: la muerte que le sobrevino cuando se vio afectado por la enfermedad de Alzheimerla muerte física y definitiva. Y todavía hay una tercera muerte que se produce cuando el difunto cae en el olvido. (Difunto: palabra triste, demasiado coloquial y sin embargo bella que significa 'el que ya ha cumplido'). Tres momentos trascendentales que el polifacético divulgador musical aspira a conjurar con la escritura de este libro.

Existen muchas obras literarias que tienen como tema central al padre fallecido, desde las Coplas de Jorge Manrique hasta la más reciente de Javier Gomá, «Inconsolable», recogida en La imagen de tu vida (2017). ¿Cuál es la singularidad que ofrece el ensayo de Ramon Gener para ser comentado en este blog languideciente de cultura clásica? La lectura del siguiente fragmento permite deducirlo:
<< Liberados de sus padres, Michael y María se convirtieron en auténticos héroes mitológicos. Él fue el rey del pop y ella, la prima donna assoluta. Como si fueran Hipnos o Circe, hipnotizaron y hechizaron a sus audiencias gracias a sus talentos sin par. Adorados por el público hasta donde no rige la razón, sus carreras no tuvieron parangón. Se desprendieron de sus padres y volaron tan alto como el mismísimo Ícaro. Disfrutaron de su libertad y de su éxito. Todo les parecía maravilloso, pero con el tiempo se dieron cuenta de que algo les impedía llegar a ser tan felices como habían imaginado. Ese algo eran las lágrimas que los dioses inmortales han destinado a todo gran artista. Pues el éxito acaba casi siempre aislando al cantante en una burbuja irreal y excéntrica en la que todo termina siendo soledad y lágrimas >>  (pp. 166-167). 
Está claro. Hablando de Michael Jackson y Maria Malibran, Gener recurre a héroes mitológicos, a Hipnos, Circe, Ícaro, a los dioses inmortales. Y así ocurre durante todo el libro, que está lleno de personajes e historias de la mitología clásica. Las Moiras —las tres diosas del destino, Átropos, Laques y Cloto— se presentan al autor para llevarle de la mano en un viaje por el tiempo y el espacio, para hacerle testigo de las vidas de personajes de la música clásica y moderna y así aprender de ellas a superar el momento de shock que supone la muerte del padre. No es un libro luctuoso, sino de comprensión o de autoindagación a través de las vidas de otros. 


Verdi, Callas o Toscanini, por poner unos ejemplos, cada uno bajo el signo de un mito griego (Odiseo, Penélope, Afrodita), le muestran al autor del libro el camino de la reconciliación con el triste suceso que es la muerte del padre. Es curioso cómo llega de Odiseo a Verdi: Odiseo es Nadie, nadie es Nemo, Nemo es Verne (Verdi)... Metáforas bien traídas: cada capítulo se acoge a un personaje de la mitología clásica, que es en sí mismo fuente de experiencias y conocimiento, como lo han sido desde que los mitos existen. Las historias bien narradas de Ulises, Eos (la Aurora), Dido y Eneas, Afrodita, Sísifo, Aquiles, el juicio de Paris, en relación con los músicos clásicos y alguno pop, ayudan al autor a perfilar sus sentimientos y reflexionar: «Es inútil luchar contra el destino» (p. 216).

Buena literatura de divulgación para el gran público, de temática musical, de comprensión humana (que nos ha tocado muy de cerca), de trasfondo mitológico. Nos ha gustado leer en sus páginas todos esos mitos, y las personificaciones de la luna y el sol en Selene y Apolo, y sólo nos ha chirriado el desgraciado topicazo 'pistoletazo de salida' (p. 158); también, lógicamente, 'pueris cantores' (p. 110), posible errata.