19 de agosto de 2014

En el bimilenario de Augusto


SU nombre era Gayo Octavio, como el de su padre y el de su abuelo. Al ser adoptado por Julio César y aceptar ser su heredero, asumió el nombre de su tío paterno, del que pudo distinguirse por el sobrenombre de Octaviano.

En las luchas por hacerse con el poder en Roma tras el asesinato de César, derrotó a Marco Antonio y Cleopatra en la batalla naval de Accio (uno y otra acabarían suicidándose). 

Tiempo antes, cuando él y M. Antonio pensaban compartir el poder, éste le pidió la cabeza de Cicerón, que se había convertido en su implacable enemigo en las Filípicas. No le importó dársela en el intercambio de nombres a proscribir, pese al apoyo político que siempre había recibido del gran orador. 

Cuando llegó al poder, moribunda ya la República, Octaviano realizó un censo y se colocó en la lista el primero a título de princeps, es decir, de primer ciudadano de Roma (de ahí 'principado', el nuevo régimen político). Aparentó devolver poderes al Senado, que le correspondió otorgándole en 27 a. C. el título religioso de augustus ('venerable'). Augusto divinizó a Julio César y se hizo llamar Divi filius ('hijo del Divino'). Además, se antepuso el título de imperator ('comandante') por sus victorias militares, con lo que el hasta entonces Gayo Julio César Octaviano empezó a ser Imperator Caesar Divi filius Augustus


Augusto inauguró una nueva etapa en la historia de Roma que duró cinco siglos (27 a. C. - 476 p. C.), el Imperio o Principado, del que fue el primer emperador. Concentró en su persona los poderes máximos y realizó un cambio total en las estructuras políticas del Estado. Limitó las funciones del Senado, reorganizó las provincias, fortaleció las fronteras, impulsó la economía y reformó la religión y la moral de Roma. Todo ello en medio de una paz duradera tras cinco guerras civiles.


En estas nuevas circunstancias, muchos partidarios de la República y sus valores de libertad contrarios al poder de una sola persona se plegaron a su pax Augusta. En el campo de la literatura, al amparo de Augusto y de Mecenas (su «ministro de Cultura»), Roma alcanzó una aetas aurea eternamente celebrada. En efecto, los poetas Virgilio, Horacio, Propercio, Tibulo y Ovidio, más el historiador Tito Livio y el tratadista Vitruvio, escribieron las mejores obras de la literatura latina (y por ende universal) bajo este nuevo régimen político.

A la muerte de Virgilio, Augusto ordenó que la Eneida no fuera echada al fuego, como el poeta quería por considerarla inacabada, sino que se publicara sin retoque alguno. En el poema, el héroe Eneas estaba destinado a fundar un imperio para gobernar el mundo y con él podía identificarse a Augusto. A Horacio le había encargado el Canto secular, un himno dedicado a Diana y Apolo para glorificar a Roma. A Ovidio, en cambio, lo mandó al destierro tras publicar el Arte de amar, obra de corte erótico que perturbaba los principios morales que deseaba instaurar. 


Augusto estableció su residencia en el Palatino y embelleció Roma. Se gloriaba de haberla dejado de mármol habiéndola recibido de ladrillo, según dice Suetonio (Urbem... sit gloriatus marmoream se relinquere, quam latericiam accepissetAug. 28). En el Foro Romano terminó la Curia, la basílica Julia y los Rostra. Renovó el templo de los Dioscuros y el de Vesta. Mandó construir el templo del dios Julio. Terminó las obras del teatro de Marcelo. Levantó un nuevo foro junto al de César, el Foro de Augusto, presidido por el templo de Marte Vengador que conmemoraba la venganza obtenida contra los asesinos de César. En el Campo de Marte mandó construir el Ara Pacis Augustae ('Templo de la Paz Augusta').



Augusto murió el año 14 de nuestra Era, el día 19 de agosto. 'Agosto' sustituyó como nombre del mes al primitivo sextilis, sexto mes del año empezando por marzo, que era el primero para los romanos. Según Macrobio (Saturnales I 12), fue durante el sexto mes cuando Augusto asumió su primer consulado, cuando entró en Roma para celebrar sus tres triunfos, cuando sometió a Egipto al imperio del pueblo romano y cuando finalizaron las guerras civiles; y por ello el Senado decidió que el sexto mes del calendario se llamase 'augusto'.

Así es que en este año de 2014 que vivimos peligrosamente se conmemoran los dos mil años de la muerte de este gran personaje de la Historia, César Augusto, cuyo legado sigue vivo en nuestros días tanto en Roma como en España.

En España, en algunas de las ciudades originariamente fundadas por él y que llevan su apellido, como Mérida (Emerita Augusta), Zaragoza (Caesar Augusta) o Lugo (Lucus Augusti), se vienen celebrando variopintos actos culturales conmemorativos de esa fecha destinados al público ávido de conocimientos.

En Roma, el mismo Foro de Augusto está sirviendo de escenario para un audiovisual nocturno all'aperto en el que cobran vida piedras y personajes de la antigua Roma. Por estas fechas, se ha sumado a los fastos del bimilenario de la muerte de Augusto el Museo del Ara Pacis, ofreciendo, superpuestos, los posibles colores originarios de los relieves del Altar de la Paz.