14 de diciembre de 2014

Griego y latín a contracorriente

CONFIESA Luis Racionero (Seu de Urgell, 1940) que fue obligado por su madre a estudiar una carrera de Ciencias, aunque él prefería haber hecho Filosofía y Letras, por la rama de Historia, que era lo que le gustaba. 

Por esta razonable sinrazón, Racionero se convirtió en ingeniero industrial, en licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona, en doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y en doctor en Urbanismo por la Universidad de Berkeley. 

Resaltamos a propósito este su currículum académico para, con toda ingenuidad, poner de manifiesto ante el lector cómo un a la postre falso hombre de ciencias recomienda, en el texto periodístico que ponemos debajo, el estudio del griego, el latín y la cultura clásica en carreras técnicas y en la enseñanza media. 

Racionero tiene en su haber unos treinta y cinco libros, más ensayos que novelas, entre ellos una interesante autobiografía titulada Memorias de un liberal psicodélico (2011), escrita de forma fresca y amena, en la que relata su trayectoria intelectual, desde su conocimiento y divulgación en España de las filosofías orientales y culturas underground hasta su paso por la Biblioteca Nacional.

Recuerda en ese libro a los magníficos profesores de Berkeley («Asistir a algunas de las clases de la universidad me resultaba tan grato como ir al cine»), cuyo enfoque humanístico en el máster de urbanismo le abrieron horizontes. Recuerda el día en que Spiro Kostof explicó los edificios de la Acrópolis de Atenas mediante una recreación visual y auditiva de la procesión de las Panateneas, que culminó con unos versos de Esquilo y el aplauso generalizado de los estudiantes, el suyo el primero. La amplitud de conocimientos de Richard Meier le hizo querer ser un hombre universal. Son dos simples ejemplos.

Por «hombre universal» de nuestros días creemos entender la unión en un solo individuo de filosofías orientales y occidentales, ortodoxas y heterodoxas (o contraculturales), humanísticas y técnico-científicas, siendo compatibles en él el individualismo de un libertario y el cosmopolitismo de un viajero, el capitalismo rampante y la solidaridad hippyla meditación budista y la conversación en el ágora. ¿Es esto posible? Al menos en Racionero, sí.     

Racionero se ha interesado por Leonardo da Vinci, emblema del hombre universal del Renacimiento, la Florencia de los Medici y la Atenas de Pericles. Para escribir sobre el primero viajó a Florencia, se entrevistó con Eugenio Garin («hablaba de Ficino y de Pico della Mirandola como si los hubiese visto la noche antes») y se acercó en autobús a Vinci. Con Atenas de Pericles, en cambio, ingresó en el gremio de los plagiarios…  

Recomendar en los tiempos actuales el estudio de las lenguas y culturas grecolatinas por quien en su día nadó culturalmente contra corriente vuelve a ser un acto de valentía contra el actual sistema cultural y educativo, y así se lo reconocemos.   

GRIEGO Y LATÍN
Por si fuera poca la especialización que conlleva la tecnología actual, nuestros queridos gobernantes se suman al carro de la deshumanización y amenazan con eliminar el griego y el latín de la enseñanza media. Con todos los respetos, quien esto escribe opina que, por el contrario, debería introducirse un curso entero de humanidades en las carreras técnicas, y se lo dice desde la experiencia —casi diría ordalía— que le confiere el haber completado, hasta el doctorado, dos carreras de ciencias.

Es improcedente, vulgar y bárbaro saber cómo se hacen las cosas sin saber por qué se hacen. Casi diría que es inhumano, pues lo que nos distingue —según dicen— de los seres no pensantes, es reflexionar sobre lo que estamos haciendo. El contenido de las asignaturas de humanidades —cuya base es el griego y el latín— consiste en lo mejor que se ha pensado y escrito sobre la condición humana. Los defectos y las virtudes de griegos o romanos son los nuestros; los siete pecados capitales siguen aquí, aunque hayan pasado de moda el carro, la bicicleta o la guillotina. La condición humana ha cambiado muy poco en 2000 años y si nos enfrentamos a los mismos problemas que los griegos, necios seríamos al ignorar las soluciones que ellos les dieron.

El lector puede hacer una prueba: tome las cartas de Séneca a Lucilio; en ellas encontrará todas las situaciones, escollos, problemas, soluciones, errores, buenos deseos, propósitos y desastres que conoce en su propia vida. ¿Cómo es posible que Séneca escriba de cosas tan actuales? Porque la estupidez es intemporal.

Ahora que los jóvenes ambiciosos quieren ser yupies, no estará de más recordar que los banqueros de la City londinense son licenciados en humanidades por Oxford y Cambridge. El imperio británico fue administrado por gentes educadas en las humanidades, no en análisis de sistemas.

Unas asignaturas más de técnica, ganadas a costa de la literatura e historia antiguas, de las lenguas muertas, no cambiará el nivel de los ingenieros; en cambio, una dosis de humanidades le puede cambiar la vida a muchos. Quizás sea eso lo que no se desea: que los técnicos tengan criterio. ¿No es ésta la idea matriz de la democracia, que necesita ciudadanos educados —todos— para decidir sobre la "res publica"? Al final, si uno lo mira bien, resultará que eliminar el griego y el latín de las escuelas es un atentado contra la democracia.                                              

                            Luis RACIONERO, Republica.com 10-11-2013                                                                                                







Luis Racionero, Memorias de un liberal psicodélico, Barcelona: RBA, 2011, pp. 42-48; 165; 383.

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