12 de junio de 2014

'¡Calcio!' / Los orígenes del fútbol


DOS profesores universitarios expertos en la Antigüedad clásica se conocen en Oxford en 1940. Después de treinta años de amistad, Richard Sutcliffe recuerda con nostalgia el episodio que provocó la investigación académica sobre los orígenes del fútbol moderno realizada por su colega y amigo italiano Arnaldo Momigliano.

Éste es el arranque de ¡Calcio! (2008), novela de Juan Esteban Constaín (Popayán, Colombia, 1979) que hemos releído ahora que comienza el Mundial de fútbol. Sutcliffe es el narrador de los hechos, y Momigliano —historiador real de la Antigüedad, convertido aquí en personaje literario y además en protagonista de la obra—, el autor de la investigación.

El episodio recordado es una prueba de iniciación académica en un escenario antiacadémico (viandas y alcohol por medio nada menos que dentro de un zoológico). Para ser aceptados entre los sabios profesores ingleses, después de siete años en Oxford, Sutcliffe y Momigliano deben improvisar ante ellos una conferencia erudita sobre cualquier tema del mundo clásico elegido al azar. Al primero le toca disertar sobre las fábulas de Fedro; al segundo, sobre los juegos de pelota en la Antigüedad.

El problema es que sugerir a los profesores ingleses que el fútbol es un invento italiano supone una afrenta para ellos que sólo cabe resolver en un duelo académico entre historiadores. Momigliano se ve obligado así a realizar un estudio más detallado de la cuestión desde los archivos de Florencia. Los textos que envía y Sutcliffe "edita" son los que al fin y al cabo conforman la mayor parte de la novela a lo largo de siete capítulos.

A través de las investigaciones históricas del profesor italiano, tanto en fuentes clásicas como renacentistas, nos enteramos, en primer lugar (en aquella primera entrega iniciática), de la existencia del harpastum, un juego semejante al rugby al que los romanos jugaban con una pequeña pelota, y de los tipos de pelotas en general que ya utilizaban los antiguos (el follis ['balón de aire'] y la paganica).

Tras sucesivas entregas (capítulos), quedan para casi el final de la novela la descripción del calcio storico fiorentino, el antecedente más inmediato del fútbol moderno después del harpastum, la exposición de sus normas (capítulo XI) y el relato de un histórico partido entre españoles y florentinos por la libertad de estos, ocurrido el 20 de febrero de 1530, que marca la evolución del juego hacia el fútbol moderno tanto en reglas como en concepto (espléndido capítulo XIII, del que extraemos unas líneas que no previeron que en un futuro año de 1994, con Tassotti y Luis Enrique, la realidad sería todo lo contrario de lo que cuentan:
<< Más que la partida se veía una batalla dura y mortal, y los hombres se daban golpes a destajo cual si la plaza fuera una taberna; los españoles no sabían nada del juego pero sí mucho de hacerse valer con los puños, y ninguno pensaba en la bola sino más bien en romper la nariz del primer italiano que corriera a su paso. El comisario hizo entonces sonar el cuerno, y llamó al orden a los capitanes de los dos ejércitos: una cosa, dijo, era estar en guerra, y otra hacerla cuando se estaba en un divertimento de caballeros; de manera que había que jugar, simplemente, y ceñirse a las reglas del calcio>> [p. 185]).
Novela bien escrita, narrada con la participación de muchas voces más o menos arcaizantes (las numerosas fuentes de Momigliano), inteligente, ingeniosa, erudita (el fútbol también tiene sus raíces en la Antigüedad clásica), intelectual (cita obras antiguas y pone notas a pie de página a la manera de los papers académicos), todo lo cual nos parecía atractivo. Pero, como simple novela, nos ha resultado anodina durante muchas páginas, carente de fuerza dramática, de excitación y de intensidad, debido quizá al tono nostálgico que el narrador adopta deliberadamente desde el principio.