7 de mayo de 2014

Amor bajo el Vesubio

PASA con Pompeya (Pompeii, 2014), de Paul W. S. Anderson, que, bajo un título tan pretencioso y con un presupuesto de 100 millones de dólares (103 tuvo Gladiator), esperaríamos una película original e imaginativa y lo que nos encontramos es un producto de serie B mediocre y francamente aburrido. En efecto, la trama es endeble, los personajes no pasan de arquetípicos y los diálogos resultan insustanciales. La mayoría de las escenas —incluyendo muchos planos— recuerdan escenas semejantes de películas anteriores del género. Los péplums de serie B de antaño al menos tenían una gracia y un desparpajo que a este le faltan.   


¿Y la historia de amor? Sólo puede convencer al público infantil. 'Tú amas los caballos + yo amo los caballos = nosotros nos amamos', es la pobre ecuación que sustenta la relación entre los guapos protagonistas, la noble pompeyana (Emily Browning) y el esclavo celta convertido en gladiador (Kit Harington), pertenecientes a dos clases sociales opuestas. (Ella, por cierto, de aspecto nada mediterráneo; y él, tampoco muy celta que digamos). 

Polvo serán, mas polvo enamorado...
El diseño de producción muestra, como no podía ser menos, algunos escenarios de 'cultura clásica'. Una calle principal animada de gente, tenderetes y cauponas con viandas humeantes. La lujosa villa de la joven Casia, que merece especial consideración. Un campamento militar ubicado entre la ciudad y la susodicha villa. La representación de un «drama histórico» en el anfiteatro a cargo de soldados y gladiadores. La topografía de la ciudad y la estructura del anfiteatro, que se visualizan en planos aéreos. Y poco más.

La erupción del Vesubio traslada Pompeya al género de catástrofes naturales. Pero aquí también nos sentimos decepcionados. Los efectos especiales, sin ser malos, no están a la altura de otras películas más brillantes del pasado reciente, como Lo imposible (2012) o los primeros minutos de Más allá de la vida (2010). Desde el punto de vista «científico», hay también reproches: no existieron el gigantesco tsunami ni los proyectiles de lava que parecen teledirigidos por los dioses con gran puntería contra los malos.

Lamentablemente, se ha perdido una ocasión de oro para hacer un clásico del péplum.

Pompeya (2014)  

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