26 de febrero de 2014

Un águila romana en Londinium


RECIENTEMENTE (octubre de 2013) se ha hallado en la City londinense un águila romana de piedra caliza en perfectas condiciones. Una escultura extraordinaria de 66 cm de altura, que data del s. I o II. El águila agarra en el pico una serpiente, simbolizando el bien que vence al mal. El lugar en el que se encontró enterrada, el centro financiero de Londres (Londinium), se sabe que fue un cementerio romano. En la figura, que ha perdido la pintura que la recubría, se aprecia la lengua bífida de la serpiente y el plumaje del ave. Se trata, en definitiva, de una de las mejores esculturas romanas localizadas en el Reino Unido.

El mimo dispensado a la cultura clásica...

El primer romano que decidió poner pie en Britania fue César (55 a. C.), después de haber conquistado la Galia, aunque no se adentró en el país para verlo por sí mismo. No obstante, sabía que los britanos frumenta non serunt, sed lacte et carne vivunt pellibusque sunt vestiti 'no siembran trigo, sino que viven de la leche y la carne y se visten con pieles' (BG V 14). Aquella expedición fue sólo de reconocimiento. Los soldados de César desembarcaron en Cantium (Kent), con el signífero de la X legión a la cabeza. Pero los barcos sufrieron graves daños por las tormentas y la pleamar y César mandó retirar sus tropas. Volvió al año siguiente con 800 barcos, cinco legiones y 2000 jinetes. Cruzó el río Tamesa (Támesis) para atacar a Casivelauno, el rey más poderoso del sur, al que derrotó.

En 43, el emperador Claudio, ansioso por obtener un triunfo para su prestigio personal, mandó a Britania, bajo las órdenes de Aulo Plaucio, cuatro legiones (la II, la IX, la XIV y la XX) más tropas auxiliares: un total de 40.000 hombres. Y en torno a Camulodunum (Colchester) consiguió una especie de provincia guarnicionada por la XX legión. Por estas fechas se fundó Londinium, que se convirtió en la capital de la provincia y fue teniendo foro, basílica y anfiteatro, pero sin alcanzar el esplendor de las grandes ciudades del Imperio romano.

18 de febrero de 2014

Condenados en el Hades

EL Museo del Prado reúne en una exposición temporal (Las Furias, de Tiziano a Ribera, 21 enero 2014-4 mayo 2014) veintiocho obras de los siglos XVI-XVII que representan personajes de la mitología griega que fueron condenados a padecer castigos eternos en el Hades por haber cometido crímenes atroces contra los dioses.

En el canto XI de la Odisea (vv. 576 y ss.), Ulises acude al mundo de los muertos, en donde el adivino Tiresias le dará instrucciones precisas sobre el modo de regresar a Ítaca. Allí, en el Tártaro, la región más profunda del Hades —el infierno propiamente dicho—, puede ver a algunos de los condenados más famosos de la mitología: a Ticio, a quien por intentar violar a Leto (madre de Apolo y Ártemis) dos buitres no cesaban de roerle el hígado; al sacrílego Tántalo padeciendo un hambre y sed eternos, pues los frutos de los árboles se retiraban de sus manos cuando quería comer y el agua de su boca cuando quería beber, justo castigo por haber dado a probar a los dioses, por ver si lo adivinaban, a su propio hijo Pélope descuartizado y cocinado [el tantalio es un metal duro invulnerable a los ácidos; y tantalize, en inglés, significa 'atormentar']. Y vio a Sísifo, que empujaba una y otra vez hasta la cima de un monte una roca que invariablemente volvía a rodar hasta abajo; Sísifo había delatado las infidelidades de Zeus y de ese modo pagaba su atrevimiento.

También Ixión fue precipitado al Tártaro tras haber sido atado a una rueda encendida que giraba sin cesar. Su culpa, haber engañado y asesinado a su suegro y haber defraudado el perdón de Zeus intentando seducir a su esposa Hera.

Estos cuatro criminales, que María de Hungría, hermana del emperador Carlos V, mandó pintar a Tiziano, fueron conocidos en la España del siglo XVI como las Furias, si bien las Furias (nombre con que los romanos identificaron a las Erinias griegas) eran en realidad tres personajes femeninos que vengaban los crímenes cometidos en las familias, como los parricidios, y con sus látigos y antorchas en las manos y serpientes en los cabellos personificaban el castigo y la venganza.

Representaba esta serie mitológica una alegoría política: la ambición, la ingratitud y la traición de los príncipes alemanes que se habían alzado contra Carlos V y habían sido derrotados recibiría el mismo escarmiento que los míticos condenados. 

Además de Tiziano, otros muchos pintores del tardo-renacimiento y el barroco se vieron atraídos por la dificultad artística que entrañaba semejante temática. Citemos los nombres de Rubens, Ribera y Miguel Ángel, que también realizó un dibujo sobre Ticio.