20 de diciembre de 2013

Así escribían (y leían) los romanos


AL hilo de la exitosa exposición La Villa de los Papiros, centrada en la práctica de la escritura y la lectura en la antigua Roma, podemos dar un breve repaso a este interesante tema sin salirnos apenas nada de lo que allí se muestra. 

Los romanos escribían en materiales duros, como la piedra o el bronce. Se trataba de una escritura de carácter público, a la vista de todo el mundo. En piedra, vemos inscripciones (inscriptiones) en arcos de triunfo, estelas funerarias, templos o estatuas. Las leyes municipales, más extensas, se ponían en planchas de bronce.

Las paredes exteriores de las casas eran objeto de frecuentes pintadas. Son los famosos graffiti que «decoraban» las calles de ciudades como Pompeya con propaganda electoral, insultos a personajes conocidos, gracietas y obscenidades varias. 

En el ámbito privado, sobre todo en el educativo, los romanos se servían de unas tablillas cubiertas de cera (tabulae ceratae), sobre la que escribían con un punzón o estilo (stilus) de metal, hueso o marfil. El extremo del punzón terminaba en una espátula que servía para alisar la cera y poder volver a escribir sobre ella. Las tablillas, unidas entre sí por un cordel, formaban dípticos e incluso polípticos de varios elementos.

Raspador, tablillas, tintero, punzón y rollo de papiro

El papiro (el antecedente del papel; 'papel' viene de papyrusera un material más noble que procedía de Egipto. Las hojas de esta planta se unían con pegamento natural, se alisaban con piedra pómez, se escribía en ellas con tinta (atramentum) de origen vegetal, disponiendo la escritura en columnas (paginae), y se enrollaban formando un cilindro o rollo (volumen) en torno a una varilla de madera (umbilicus). Para saber de qué obra se trataba, al rollo se le añadía una etiqueta (titulus) y, además, se podía guardar en una caja cilíndrica con tapa (capsa). En el papiro se escribía con un cálamo (calamus) o pluma de caña hueca y tallada en la punta. Había tinteros de distintos materiales y formas; la tinta era negra o roja (rubrum, de donde nuestra 'rúbrica').

Por último, el códice (codex) se fabricaba con la piel de un animal (oveja, carnero, etc.). Se podía escribir por las dos caras del material (llamado comúnmente pergamino, por la ciudad de Pérgamo que propagó esta técnica. Es, por tanto, el antepasado del libro actual; 'libro' proviene de liber, la corteza de los árboles en la que primitivamente se escribía, antes de significar, aún en el mundo romano, algo semejante a 'capítulo o parte' de una obra).

En suma, los principales soportes de escritura en la Antigüedad grecolatina fueron las tablillas, el papiro y el pergamino. Y los formatos de libro por excelencia, el rollo y el códice.

Leer físicamente un libro en la Roma antigua consistía en leer un rollo de papiro. Para ello había que emplear ambas manos, la izquierda para enrollar el texto ya leído y la derecha para desenrollar y descubrir nuevas secciones de la obra, toda la operación en sentido horizontal. Era un proceso lento y nada fácil, más todavía por el hecho de que los antiguos escribían las palabras sin espacios en blanco (scriptio continua). El códice tenía la ventaja de ser más manejable, y entre otras cosas los pasajes de la obra se localizaban mejor. Pero sólo se generalizó a partir del siglo IV d. de C., momento en el que el modo de escritura y de lectura cambió totalmente.

La lectura se practicaba normalmente en voz alta. Era la lectura más habitual en la Antigüedad clásica (aunque también existen testimonios de lectura silenciosa). Algunos romanos pudientes tenían un esclavo o liberto (un lector) que leía por ellos. 

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