19 de marzo de 2013

El caballo de Troya cobra nueva vida

EN el canto VIII de la Odisea Ulises pide al aedo Demódoco, en la corte de los feacios, que cante el episodio del caballo de madera. Han pasado diez años de la caída de Troya y ya los poetas tienen en su repertorio el desenlace de la guerra. Homero es quien resume en tan solo veintidós hexámetros lo que el aedo debió de desarrollar en muchos más, dejando un vacío de detalles que deben buscarse en obras anteriores o posteriores a la Ilíada y la Odisea. La ironía del caso es que el héroe que escucha el poema en la corte del rey Alcínoo es también el protagonista del mismo, sin que hasta ese instante nadie haya reparado en ello.

Virgilio describió detalladamente el último día de Troya en el libro II de la Eneida a través de los recuerdos de Eneas que la reina de Cartago Dido pidió evocar en su palacio al superviviente troyano. 

El episodio del caballo gigante de madera es uno de los más famosos de la mitología clásica. La estratagema se le ocurrió a Ulises, el artefacto lo construyó Epeo y ambos contaron con la ayuda de Atenea. Era una falsa ofrenda de paz para esta diosa, pues su interior escondía guerreros aqueos dispuestos a todo. Troya fue saqueada e incendiada e imaginamos que el caballo acabaría siendo pasto de las llamas. 


En nuestros días, tres equinos gigantes nos recuerdan y transportan a aquella leyenda inmortal. Dos están en Turquía: en Çanakkale, adonde llevaron el caballo construido para la película Troya (W. Petersen, 2004), del que, por cierto —horresco referens—, vemos salir vivo y coleando a Aquiles; y en Hissarlik, el emplazamiento arqueológico moderno de la antigua Troya.

El tercer caballo ha sido creado en Valencia por el maestro Manolo Martín, de Na Jordana, para la edición de las Fallas de este año de 2013. Su destino será sin embargo, ¡ay!, perecer envuelto en fuego hoy mismo, igual que le ocurriera a aquel otro caballo legendario que construyeron los héroes griegos; aunque en esta ocasión por mor de la fiesta y no de la guerra. Algo nos consuela que el ninot indultado (cuyo autor es Sergio Penadés, también de Na Jordana) representa a un abuelo y su nieta leyendo juntos la Odisea, con el significativo título de «Los clásicos nunca mueren».

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