7 de mayo de 2012

El latín y la Botánica

EL periodista tituló con evidente desapego: El latín, ni para la botánica. Con esta frase tan antipática expresó (a lo mejor ni quiso hacerlo) que el latín ya no sirve para nada, ni siquiera para describir las especies botánicas como hasta este momento ha sido. Podía haber titulado, cierto que con menos concisión: «El latín, destronado en la descripción botánica», o «El inglés se homologa al latín en la descripción botánica», o similar; pero eligió la vía peyorativa y no fue del todo justo con la noticia y con el latín.

La cuestión es que, al investigador que hasta ahora descubría una nueva especie botánica, la tradición le obligaba a hacer una breve descripción de la especie en latín (llamada diagnosis) para facilitar la identificación por la comunidad científica internacional. A partir de ahora, ya no va a ser obligatorio utilizar el latín, pues la mayoría de los científicos, no digamos los denominados «no occidentales», carecen de conocimientos de latín para redactar unas frasecillas que no tienen por qué ser más ambiciosas que las que en estilo 'tuit' ya escribió Linneo en su Species plantarum de 1753.



Linneo (Carl von Linné o, con su nombre académico, Carolus Linnaeus) fue un naturalista sueco del siglo XVIII, considerado el padre de la botánica y el primer clasificador sistemático de las plantas y los animales. A él se debe la primera taxonomía (clasificación) de las plantas escrita en latín, que todavía está vigente. Consiste en un binomio que nombra el genus y la especies de la planta; el botánico sabe por su nombre latino linneano que la margarita española o la daisy anglosajona es la misma flor, la Bellis perennis L. 


El latín no es sustituido ni erradicado, sino que permanece como optativo en la descripción de las nuevas plantas que se descubran. A muchos científicos les puede o les debería interesar estudiar latín; entre ellos, a los botánicos. 

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